La Gestión Universitaria. Una aproximación a la dirección de centros y departamentos
La universidad ha cambiado de forma evidente en las últimas décadas. Los cambios producidos en la esfera social (estratificación), económica (crisis y liberalismo), cultural (generalización de la enseñanza), de mercado (globalización), de gestión (calidad y eficacia), demográfico (descenso masivo de la población en edad escolar) y los importantes avances y oportunidades que proporcionan las tecnologías de la información y la comunicación (TIC’s) han abocado a la institución universitaria a un irreversible proceso de cambio al que debe adaptarse mediante decisiones de orden político a la vez que técnico. La universidad, que cuenta su evolución en siglos de historia, está pasando por un proceso de renovación, adaptación y cambio en las últimas décadas como nunca antes, desde las reformas estructurales de Humboltz, había conocido. Este proceso holístico, no sectorial, supone la relectura de innumerables variables en el seno de la Universidad: financiación, funciones, calidad de la enseñanza, planes de estudio, investigación y desarrollo, docencia y profesorado, metodologías docentes, acceso y permanencia, administración, servicios, estructuras y recursos, relaciones y, modelos y formas de gobierno institucional. A primera vista, la magnitud del proceso puede sorprender, ya que la Universidad se ha caracterizado históricamente por su acomodación, su anquilosamiento institucional, la lentitud de sus cambios, la rigidez de sus estructuras y la acusada falta para dar respuesta rápida y eficiente a las necesidades laborales y sociales. Aunque lo que sí es cierto es que está respondiendo de manera decidida dentro de sus actuales posibilidades de maniobra (Castro, 2002).
Una de las variables organizativas de la institución universitaria que con mayor claridad manifiesta estos cambios y el consiguiente proceso de adaptación son los órganos unipersonales territoriales de gestión académica (Decanos o Directores de Escuela y Jefes de Departamento). Si propusiéramos un estudio evolutivo que caracterizara los sistemas y procesos de gestión y gobierno universitario, los rasgos de lo que podríamos denominar la universidad tradicional, serían muy distintos de los que en la actualidad la caracterizan. Algunas aportaciones revelan la complejidad y magnitud de tales cambios, como por ejemplo Morin (1998), Michavila y Calvo (1998), González (1999), Hanna (2002), Armengol y Castro (2004) y Tomas (coord.) (2009) que describen las variables de ese proceso de cambio, sus causas, consecuencias y los factores que lo contextualizan. Las variables de cambio se producen tanto en las variables contextuales como en las estrictamente organizativas: finalidades, estructuras y modelo relacional.
El interés por el gobierno de la universidad no es reciente aunque sí determinados planteamientos y argumentos aparecidos en los últimos años. Jiménez Remedios, se preguntaba cómo hacer que los directivos de la función docente, responsables de gerenciar con eficiencia la óptima prestación del servicio educacional, evolucionen hacia unos estilos de liderazgo y unas habilidades gerenciales idóneas para conducir equipos de profesionales en el mundo de la docencia. Y a renglón seguido seguía interrogándose: “¿es la vocación por la docencia coincidente con la vocación de la gestión o, más estrictamente por la gerencia?” (1996: 6). Por su parte Torres (1998: 817) además ponía el acento sobre 3 cuestiones básicas: por un lado el modelo de elección democrático de rectores, decanos y directores de centros y departamentos; por otro, que la “cantera” para los órganos de gobierno es el propio personal docente y; finalmente, la eventualidad del cargo. La selección de los docentes para ostentar cargos de gestión está generalmente vinculada a la micropolítica, a las relaciones personales e ideológicas predominando en muchas ocasiones estructuras de gobierno afines al partido político en el poder, lo que en principio puede generar sometimientos y falta de espíritu crítico en la institución. Se produce en definitiva, una estrecha relación entre poder y liderazgo.
Se perfila con claridad la figura del profesor universitario como un profesional que debe atender diferentes ámbitos de funciones bien diferentes: una la docencia como esencia de su quehacer profesional; otra la investigación como sistema de actualización, formación y promoción general del conocimiento científico y didáctico y, finalmente, la gestión institucional como respuesta al modelo organizativo y de gobierno vigente en nuestro contexto geopolítico. Finalmente, está emergiendo con fuerza la transferencia a la sociedad. Así pues el brete está servido: los profesores universitarios deben ocupar cargos en el gobierno y la gestión institucional pese a no contar con una preparación o formación específica para esa función, a pesar de ello, las responsabilidades de la dirección de centros y departamentos juega un papel estratégico en el éxito de la misión universitaria.